31.1.13

Diagnóstico.

Nosotros no dudamos de que esto es lo que pasa: ellos despiertan sus estados reprimidos, que con tato esfuerz logramos disipar, cuando una sombra verde, dicen, se proyecta en la pared. Oímos sus gritos, dimchillidos animales, llantos de bebé amedrentados, acudimos a verlos con agujas y armas, pero cuando  llegamos ya no están. Desaparecen, están muertos, golpean la pared hasta deshacerse y penetrar en ella. Se esconden en oscuridades desconocidas, y nos preguntamos, sin decirlo, si alguna vez existieron, si no hemos invertido nuestro dinero en nada.

Regresamos al trabajo y hablamos de un proyecto inconcluso, esperamos la hora del descanso, opinamos sobre eventos exóticos y no concluímos. Ellos, desaparecidos, proyectan en nosotros algo parecido al desamparo. Y al menos sabemos, en silencio, que no están muertos, que con su ausencia fortuita no dejan amargura, como lo haría la imagen de un cadáver.

Alguien entra al cuarto y luego afirma que vio una sombra verde en la pared y una neblina. Alguien enscribe: la pared contenía algo que la humedecía, y luego de decirlo comenzó a llorar, porque una angustia recordada de un sueño había regresado. Y aunque las angustias no hagan llorar, lloro, decía, porque un fantasma las tiene entre las manos, como podría tenernos a nosotros, volando a través de frágiles paredes y proyectando quién sabe qué turbia sombra.